Velorio del Niño Caracol

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Velorio de El Niño Caracol

 

“El Niño Caracol”, para los devotos que han tenido la oportunidad de organizar un velorio en su honor, participar en él, o recibir algún milagro como premio a su fe, tiene gran significación, y se consideran privilegiados si dentro de la extensa agenda que maneja quien diligentemente lo cuida, salen favorecidos para honrarlo por unas horas en medio de una celebración donde hay rezos, cantos y comida que comparten comunitariamente.

En esta ocasión, una de las tantas celebraciones que se hacen a lo largo y ancho del territorio manabita, e incluso fuera de él, se realizó en el sitio La Unión de Colorado de Mosquito, parroquia Santa Rita, cantón Chone (Manabí - Ecuador), donde se congregaron vecinos del lugar y foráneos, quienes llegaron desde tempranas horas de la mañana.

El anfitrión fue don Gilbert Cecilio Alcívar Véliz (+), un importante exponente de la tradición oral manabita que invitó al equipo de investigación, al festejo, quienes entrevistaron a su hermano, Álvaro, con el propósito de conocer más a fondo los orígenes y la historia de este objeto sagrado que es venerado desde hace muchos años.

 

 

Don Álvaro comentó que el Niño Caracol es muy poderoso, ya que afirma conocer más de una evidencia de los milagros realizados a quienes le profesan devoción y ofrecen un velorio a cambio de salud y mejores días.

No recuerda la fecha exacta, pero informa que el Niño Caracol fue encontrado en una playa, por la madre de quien es ahora su dueña, quien lo recogió y lo llevó a su casa, donde empezó a hacerle velorios. Comenta que fue robado en dos o tres ocasiones, regresándose por sus propios medios, cada vez que ello sucedió. Desde sus memorias, extrae que una de las cosas que más lo marcó fue que a pesar de recordar que el Niño Caracol estaba de perfil cuando lo conoció, fue cambiando su posición hasta quedar totalmente de frente.

Nos seguró que las buenas y malas experiencias están determinadas por el fervor o la indiferencia que se le tenga. Por ejemplo, una pequeña niña vivió en carne propia los favores del Niño Caracol, cuando su pie se enderezó como respuesta a la determinación y ahínco de su madre al ofrecer un velorio por su cura. Años después, sucedió un un caso diametralmente opuesto; el castigo a quien lo trató con desdén, cuando se negó a disparar como salutación dentro de su procesión, argumentando que las balas estaban caras y que no podía gastarlas en tales fines.

Además relató que, por tradición oral se conoce, que los velorios realizados para venerarlo no deben ser mundanos, ya que si las bebidas alcohólicas y el baile, priman sobre la devoción, en señal de desaprobación, se vira de espaldas.

Informó que el Niño Caracol tiene su domicilio en el sitio Pechichal, cerca del cantón Junín, donde con suma prolijidad, su dueña atiende los pedidos de sus devotos, que, en muchos casos, deben esperar más de un año para poder agasajarlo. Sabido es que no hay que pagar por ello, más se acostumbra a dar una limosna.